miércoles, 15 de enero de 2014

Después de un tiempo sin alimentar el blog que tantas alegrías personales me ha dado, principalmente por haberme servido de oyente a mis plegarias y desahogos, hoy quiero compartir con vosotros la crónica que ha escrito un buen amigo, él reside en Granada y es cuñado de mi hermano Marcos.

Pues en su constante búsqueda de aventuras y sufrimientos varios, ha querido participar en una carrera que, una vez leída su crónica, me han entrado unas ganas horribles de participar en próximas ediciones. Es una carrera de montaña situada en Motril y se llama Escalate. Nadie mejor que él, con su habilidosa capacidad descriptiva y su gracejo y sabiduría andaluza.

La copio tal cual:

Escalate Motril. Qué buen nombre para la prueba. Hace honor a ella. Poquita gente, creo que no más de 120 ó 130. Mucho tío afilado, tatuado, y  alguno con camiseta de finisher de la ultrasulayr larga (95 kms). El organizador de Los Guajares también andaba por allí. Pocas chicas.

Ambiente de salida muy recogidito. Casi en familia. desde el estadio municipal, vacío, parecemos aún menos de los que somos. Me encuentro a Paco López, un veterano jugador de rugby cordobés, que también le da las carreras.

Sé que no estoy para esta carrera. No que no esté a punto. Simplemente que no estoy. La última lesión de rodilla y las navidades apenas me han dejado salir. Aún así tengo ganas. Salida limpia, pues no hay gente para hacerla sucia. Asfalto inicial con ligera pendiente ascendente qué subimos a ritmo aceptable. Al poco un cortafuegos considerable hace que mis dudas se conviertan en certezas. Mi corazón se acelera, los gemelos se me ponen cómo piedras y la respiración se dispara de una forma poco efectiva. Es cómo una puya de castigo. Quizás demasiado pronto pienso. Tras acabar de subir más andando que corriendo, retomamos el trote. En el km 4 ya comienzo a preguntarme qué coño hago allí, si no he entrenado lo suficiente. No cojo ni ritmo de trote, ni de ventilación. El pulsómetro me dice que mi corazón va pasado de vueltas. Con subidas y bajadas continuas llegamos al prImer avituallamiento, dónde me recompongo algo. Aviso al Bellver de que voy flojo, para que tire por su cuenta, pero el gallego se niega. Cómo siempre.

Tras esa primera subida hay una parte más ondulada, entre pinos, para ir en fila de a uno. Ahí no se puede pensar mucho. Algún tropezón está a punto de retirarme del todo. Mi colega Paco se une a nosotros y vamos charlando un poco por la pista sobre carreras y cosas triviales. Luego, y tras una constante alternancia de subidas y bajadas cortas nos topamos de nuevo con otra subida pronunciada. Ahora parece que el cuerpo se me va acomodando. Subo mejor que la anterior y arriba espero a Gonzalo y a Paco. Me animo. En el descenso me percato de que no estoy a punto. Bajo de forma más torpe que de costumbre. titubeo y en ocasiones estoy cerca de perder el equilibrio. Al pasar por unas terreras que asemejan a terreno volcánico noto la fatiga. Otra subida que no hago mal, pero en la bajada siguiente ya voy pinchado. De nuevo no encuentro el ritmo. Tropiezo en un par de ocasiones, y en una tercera me llevo una rama con el costillar izquierdo. Joder! esa dolió. Gonzalo no puede aguantar la risa. Será cabrón!.

El ser un poco más viejo también ayuda. Sé que tengo que regular, y el gallego se muestra acorde conmigo. Hace unos años hubiese reventado cómo el lagarto de Jaén. Ahora uno sabe un poco más. Sólo un poco más, pero lo suficiente para ahorrarse más de un mal rato. El cabrón de Gonzalo es cómo los motores diesel bien engrasados. A medida que hace más kilómetros se va encontrando mejor.

Seguimos. Un medio pastel me da algo de vida. El terreno ya no es tan duro. Me doy cuenta de que no tropiezo por la lesión de rodilla. Tropiezo porque estoy cansado. La fatiga hace que no maneje las piernas comó sé, y que no suba suficientemente los pies. Por ello no bajo cómo sé. La rodilla va perfecta pero la lesión reciente hace que el miedo esté aún ahí. Subo mejor que bajo.

Las vistas son espectaculares y nunca pensé que tan cerca de Motril había una zona tan bonita. Aunque mi compañero Paco no piensa igual. El está acostumbrado a los encinares cordobeses. Eso es otra liga.

Bromeando y un poco justito yo retomamos el mismo camino de la salida pero a la inversa. Algo me dice que mis uñas van a cambiar de color en breve. Ahora mi corazón y mi respiración si van algo más acompasadas. A buenas horas mangas verdes. Llegamos a l estadio. Puesto provisional 69-70 de 128, creo que ponía el ticket que nos dan al llegar. 2h 38 min. Gonzalo clavó la previsión del tiempo. La señalización del trazado ha llevado a confusión a todo el mundo, y parece que se han hecho un par de kms menos.

En la sombra de una colchoneta estiramos hasta que Mónica viene con los niños. Luego arroz en la playita de Salobreña y una arroba de cerveza fresca y granaína. Otra pa la buchaka. Estás también sirven para aprender.

Otra cosa. El ibuprofeno es muy bueno para el dolor y la inflamación. Pero también tiene sus efectos secundarios sobre el riñón. Ojo con tomarlo deshidratado. 

Nada más compañeros, veremos si aparte de La Cartuja pueso cerrar Los Guajares.

Ciaó.


Jesús.

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